martes, 10 de diciembre de 2013

Vagina

Evelyn Ruman cuenta que desembarcó en el Vaticano sintiéndose una espía de la Guerra Fría. Se había impuesto una misión arriesgada, subversiva. Dentro de la bolsa donde llevaba su equipo fotográfico, tenía un frasquito con un líquido rojo y un tanto viscoso. Evelyn se agachó, abrió la tapa y vertió su contenido en el suelo. El fluido se esparció sobre la calzada, sobre las piedras. Sacó la cámara y comenzó a documentar su transgresión. Desenrolló una imagen de una mujer desnuda, de espaldas y la extendió sobre el suelo. El rojo fue inundando los interiores femeninos. Ningún guardia apareció para impedírselo, ningún turista la perturbó. Misión cumplida. Evelyn había chorreado sangre menstrual en el centro del poder católico.
-“¿Por qué quisiste hacer eso?”, le pregunté. “Porque la Iglesia Católica representa todo aquello que oprime a las mujeres desde hace siglos, haciendo de la vagina algo feo y de la sangre menstrual, una cosa asquerosa.”
Era enero de 2012 y Evelyn participaba en la Bienal Internacional de Arte de Roma. Durante dos años, almacenó su sangre menstrual en la nevera de su casa, en São Paulo, para realizar una exposición que llamó “Sangro, luego existo”. Su dos hijos, hoy con 23 y 18 años, bromeaban diciendo que era “la carnicería de mamá”. Haciendo ese recorrido artístico, Evelyn se preparaba para un momento doloroso para toda mujer: que le arrancasen el útero por un mioma. “Siempre me gustó mucho menstruar”, dice.
Cuando fue a Roma, Evelyn se dio cuenta de que su menstruación se atrasaba. Para consumar su objetivo, tuvo que pedir un poco de sangre a una feminista italiana, Sara Sacerdócio. Consiguió su misión con sangre prestada. La foto (al lado) es una de las 27 imágenes exhibidas en el EG2Lo (Oficina Galería 2Mires), en la ciudad histórica de Paraty, en el litoral fluminense, hasta el 6 de enero. Cinco de esas imágenes ilustran esta columna.
Evelyn trabaja desde 1988 con la autorrepresentación femenina. Presidiarias, enfermas mentales internadas en manicomios, presas, campesinas indígenas, niñas con síndrome de Down, seropositivas, mujeres maltratadas, viejas. Mujeres que la mayoría prefiere no ver. Nunca tuvo dificultad para exponer su trabajo, premiado y reconocido internacionalmente. Pero, cuando intentó exhibir su obra moldeada en sangre menstrual, se encontró con las puertas cerradas. Para mostrar el rostro de mujeres condenadas a la invisibilidad, no había problema. Para mostrar su cuerpo sangrando por la vagina, no había espacio. Tal vez porque, como se prefiere escondido y da verguenza, cambian las reglas del juego para la víctima. En vez de compasión, ahora daba miedo.
Evelyn se quedó sola. Incluso otras mujeres, amigas fotógrafas, liberales en todo lo demás, tacharon sus fotos como “asquerosas”. “Solo conseguí hacer la exposición porque abrí mi propia galería”, dice Evelyn. “Dan ganas de colocar una cámara para filmar la reacción de enojo de la gente, muchas de ellas mujeres, cuando ven las fotos y perciben que es sangre menstrual, sangre que salió de una vagina, la mía. ¿Si la sangre saliera de una polla, tendrían tanto asco?”
(Estoy presumiendo, claro, pero creo que parte de aquellos que leen este texto, a estas alturas ya soltaron algunos “!Qué asco!”. ¿Acerté? Al comentar con algunos amigos que pretendía escribir sobre el tema, la reacción fue: “¿Por qué?” “Por vuestras caras”, respondí.)
En este momento, la australiana Casey Jenkins realiza una performance a la que ha llamado “Casting Off My Womb” (en traducción libre, “Tricotando mi útero”). Cada mañana, pone un ovillo de lana clara en su vagina y tricota una bufanda. Al menstruar, el tricotado se va tiñendo de rojo sanguíneo y mojado. (vídeo aquí). El objetivo de la obra, conforme declaró a la prensa, es hacer la vagina de la mujer “menos chocante o amenazadora”. Casey quería mostrar que “la vagina no muerde” al ligarla con un acto acogedor y “calentito”, identificado con las clásicas abuelitas, como el acto de tejer una manta. La bufanda uterina que envuelve sensualmente la vagina de Casey, acaricia sus grandes y pequeños labios y hace cosquillas en su clítoris estará concluido en 28 días.

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