domingo, 2 de febrero de 2014

Cuando él nos convenció de que somos los mejores


«Nene, ¿tú crees que estás preparado para ser el capitán?». «Yo pienso que sí, míster, yo pienso que sí», le contesté. Y me quedé dándole vueltas a la cabeza. Luis Aragonés me había entregado una misión y una responsabilidad que marcarían mi carrera como futbolista. Aquel personaje tan especial fue y será siempre nuestroAbuelo, el Abuelo entrañable de la selección. Así le llamábamos todos los jugadores de aquel grupo que bajo su dirección inició y culminó una de las aventuras más fascinantes en la historia del fútbol contemporáneo.
Han pasado sólo unas horas de su muerte, pero yo aún sigo viéndole gesticular al fondo del salón comedor, durante nuestras concentraciones. Y sigo escuchándole en aquellas charlas previas a los partidos: su convicción, cómo transmitía deseo. Y sigo mirándole desde la portería, y él me guiña un ojo. O no. Que se haya ido sin prácticamente aviso previo creo que ha sido su último gesto de genialidad: ayer no estábamos preparados y hemos recuperado de golpe los sonidos de una carrera que siempre quedará marcada por la Eurocopa de 2008, aquellos días en los que todos los españoles fuimos tan intensos, atrevidos y orgullosos gracias a un equipo de fútbol.
Miro hacia atrás y se me hace un nudo en la garganta al recuperar aquellos maravillosos momentos, momentos íntimos, de vestuario. ElAbuelo se ha ido y me queda la tranquilidad de no tener una sola pregunta pendiente para él. Porque Luis era transparente, y todo lo que nos tuvo que decir nos lo dijo. A su manera, pero nos lo dijo. Y todo lo que le tuvimos que preguntar se lo preguntamos. No rehuía el contacto con el jugador; conocía muy bien al jugador.Fue él el primero y el que más seguro estuvo siempre de nosotros y de nuestro potencial. Fue él el que nos convenció de tal manera que nos llegamos a creer invencibles durante aquel torneo que señaló el futuro. «Mírenme. No hemos venido a perder. Nos han dado por todos los lados y aquí estamos. Y si estamos es para ganar. Ustedes son un equipo cojonudo y la gente lo tiene que saber de verdad. Y la verdad es para los que ganan».
Es seguro que Luis cambió el destino del fútbol español, pero yo pienso que su legado fue mucho más profundo: nos cambió un poquito a todos, a cada uno de nosotros. De todos nosotros. Junto a él abrí la puerta de aquel avión que nos trajo de Austria, con la Eurocopa en los brazos, y junto a él agarré aquel maravilloso trofeo para mostrarlo con orgullo mirando a los ojos de nuestra afición, a los ojos de todos ustedes. Como capitán del Real Madrid y de la selección española, me pongo hoy, de nuevo, en pie para hacer una reverencia final por él. Por habernos hecho más fuertes. Por convencernos.

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